Seguro
del mundo donde vive, en algún lugar del cosmos alguien se ríe. Y sueña riendo,
que la porquería no lo alcanza, y sonríe con las cosquillas que le hace alguno
que pasa rapidito entre los dedos de los pies. El vuelo y la ilusión enjuagan
dolor porque conversando se cuecen sus propios planes (una armonía de amor a la
galaxia). La nave que los llevaba atravesó un muro de hiedra verdadera, los
llevó a donde no esperaban llegar. Viajan en el tiempo tantas veces que el
pasado se desvanece en un destello de párpados. Se conocen tanto que ya no son
dos personas, ni una sola. Se fusionan, se entremezclan, se separan, dividen,
son dos aguas, y son manantiales de riquezas vocales. Son el amanecer, y están
en el ocaso para gritarse a gritos lo que los ojos van a callar. Los cierran,
no se podrían abrir y no hay que hablar.
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