jueves, 29 de agosto de 2013

Sabés que sería mucho más fácil si me pudiera enamorar de vos. Sería como barrer, como sacarle el polvo a esa alfombra, o algo un poco más consistente, rayos de sol, cosas así. Pero las cosas como están, no, no dejan, para nada, y aunque lo intente sé que no puedo lograr más de lo que logro hasta ahora. Sentir una especie de sentimiento. Cuando se pone a uno como madre, no, no es eso tampoco, pero vos me entendés, si no me entendieras no estarías acá y yo no estaría diciendo estas cosas, aunque me encante decir las cosas cuando no se tienen que decir. Te hice derramar el café, ¿Te das cuenta? Y no, dejá, yo lo limpio, no pasa nada. ¿No te molesta si cocino mientras hablamos, no? Es así. ¿En qué estaba?
Ah, las cosas fáciles. Sí, bueno, es que no es tan simple como amarte y ya está, como dar la vuelta en la esquina, encontrar un colectivo que nos lleve, que no importe si se te cayó el pulóver de la mochila y ya está porque estamos arriba y nadie quiere bajar y subir porque después hay que bajar. Tampoco es que no quiera amarte, no lo tomes así, es que si yo te amara las cosas serían tan fáciles que daría calambres, ¿Entendés? Y no es la idea. Si la vida se ordena tan fácil como la toalla en el baño es probable que se caigan un par de vidrios y deje de ser gracioso cortarse tanto. No existe la fórmula de la cura para el desamor. En realidad, no es desamor, es algo distinto, otro gris, una guadaña, algo tan impreciso, un poco de abrazos, sí, eso sí, pero nada de sanguínea ósmosis cariñosa, termina ahí, se vuelve polvo, un magnetismo intrínseco y situacional.
Ay, ¿Ya ves? No puedo hablar y cocinar, son dos cosas que simplemente no puedo hacer. Creo que nunca pude hacer dos cosas a la vez sin arruinar una de ellas, o las dos. Como no podía atarme los cordones y comer un alfajor, o seguir con la mirada el recorrido de un caracol si había que hacer esa declaración de principios que es elegir a los miembros de un equipo. No me exijas entonces que sea amante y carroñera a la vez, si es un papel a elección, canturrear, cocinar, desvestirse analíticamente, cuestiones por demás no paralelas, si vos comprendés, si comprendemos, que no hay paralelismos para mí desde el instante en que pongo mi enfoque a trabajar zumbando. Hoy estoy en esos días que no puedo poner a funcionar los mecanismos necesarios para que estés en mi centro. Y ahora la comida que se pierde un poco, y esta conversación con tintes de monólogo tampoco es que ayude mucho. ¿Vos me amás? Te das cuenta que este es el núcleo de intercambio. Ni que fuera a ser algo tan duro amar a quien no te ama, dale, sabés muy bien que hay cosas más picantes como la muerte y todo eso. Claro, verle la jeta y no saber qué hacer tampoco es lindo, pero no es indispensable para vivir tener eso rascando tu nuca. Y ahora bueno, sentate en la mesa. Vamos a comer todo esto que charlamos. Dicen que hay que masticar las cosas en la almohada, ¿No? Será en la mesa con los ojos cruzados, los pies oliendo a destierro, y la infinita calma de saber que no hay amor cuando se tiene la boca llena de silencio.

viernes, 16 de agosto de 2013

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.

Julio Cortázar