Me alejé un poco para ver como caía el rocío en tu puerta, y como mendigaba tu boca con sed esa fuente y esos frutos que caían de mi árbol. Los jugos de tan dulces mundos no faltaban en su hogar de mansa lumbre, y con fuego todo ardía en reversa lentitud, formando asi ceniza y sueños nuevos.
De tres sueños despertó, el primero corto y casi eterno. En él volaba con sus brazos hasta que lo alcance el viento. Más que pronto llegó el segundo, como un tramo pasajero, lleno de pronto y nada al momento, de secretos paralelos. Al final soñó con ella, reflejándose en un lago y dejando niños correr, y otro poco durmiendo de pie. A su fin le faltaba un comienzo, que yo ocupé con ingenuo establecimiento. Fue bien lejos y alto, sin caer más que unas hojas.
No fui real ni otra sombra difusa, y planté como pude la forma del cuerdo amanecer que me acechaba.
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