Tendí a deshilvanarme, aunque en penumbra hay perros que no son más que esquirlas de lo que antaño complacía el placer.
No hay un abismo entre los dedos, sólo un cosmos de gozo y energía que torna frágil el foco al horizonte.
Guardados al fin parecen los vuelos y los ensueños no duermen ni se enfrían, observan las manchas de los tigres, los domados y los revolucionarios.
Nada lo impide, y por eso es más imposible que nunca.
El groove fotográfico casi autoretratado es lo único que parece volatizar la bruma afrodisíaca.
Vamos bien a lo lejos, juntos pero en desacuerdo.
Quiero alejarme de la ignorancia.
Estoy amando el esperar/respirar.
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