Escurre tu fuego, mueve tu sien y no pares un segundo, porque el recuerdo muestra, muerde más si es de noche. La inmovilidad lo tienta.
Recorre tu pecho, explota tu boca, amotina sus versos y quema el silencio.
Quema.
Ahuyenta el espantapajaros, paja seca en unos labios rotos, quebrados, resquebrajados, marchitos, mustios.
Uno.
Siempre.
Aún en los sueños.
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