Tengo una manera de creer que estando clavado entre tus ojos lleno de escarlata sangre anonadada podré vislumbrar más que sólo mi reflejo. ¿Hasta dónde me volviste el cuerpo lleno de almas y fuego? Soy la fuga de las libertades, de los tenues cielos de a poco quebrados.
Se me cayó un relámpago de catarsis, una vejez enviciada, una soledad afiebrada. Desvanecido quedó mi pecho, lleno de grasa de quereres, de amares, de soñares. La helada herrumbre ha saltado de la savia, para llenar de todo eso que ya no tengo, cada rincón de mi asesina mirada.
Ya llegué a donde no quería ir, sin encontrarme en mi camino a nadie más que a los zarcillos espinosos de tu olvido, descubriendo a mi llegada el terreno tan baldío de cosas infinitas como versos y destinos.