Había imaginado una ventana con el aire. Su contorno era irregular, pero cumplía su cometido.
Cabeza con cabeza, como para ahuyentar el frío y para demostrarle a la obscuridad que dos fueguitos son mucho, miraron por la ventana de aire el paisaje que dormía sereno, sin enterarse de nada, tan exuberante que derramaba inspiración.
Allá atrás, y por delante, las mil luciérnagas se creían las más bellas, dormían y otras salían y jugaban.
Ellos dos se quedaron bien juntitos, y del aliento salió vapor que empañó el vidrio de la ventana de aire, volviendo difuso el paisaje.
- ¿Será que a todos se les empañó su ventanita de aire?.