La cama se quebró y mi desconcierto, más lleno de ambición e inchado de ser tan poco y siniestro, observó como incrédulo, caía yo en mis montes de estupidez. Tengo tres cosas que no murieron, una junto a mi cama, azul y eternamente hermosa, otra arriba de mi piel, haciendo que huela irresistible, y la otra en los ojos, escarchados de ver tus dedos recogiendo tu pelo, en la lejanía encendida. Estás corriendo hacia allá, donde no puedo rescatarte. Donde mis manos son de papel. Donde mis palabras no son más. no soy yo, no soy nada. No tengo más piel, todo quedó arrancado, todo de un tirón se volvió harapos.
El sol duerme. Tengo que despertarme, para despertarlo. No quiero llegar tarde.